X

¿Puede la música ayudar a pacientes con dislexia?

La dislexia es un trastorno del aprendizaje que dificulta la lectura y la escritura, pero que no implica dificultad a la hora de asimilar contenidos. Tiene su origen en una alteración neurológica, dándose de forma evolutiva o adquirida.

El primer origen, ocurre por una deficiencia en la maduración o algún atraso en el desarrollo neuronal del individuo. Generalmente posee un gran componente hereditario que varía entre el cincuenta y setenta por ciento. El segundo origen, ocurre por una lesión cerebral que inactiva o altera alguna “vía” neurológica. Ambos orígenes afectan a las zonas cerebrales que permiten el análisis fónico y visual, produciendo que el individuo no pueda relacionar los diferentes sonidos con las letras del abecedario y reconocer cómo todos ellos juntos forman las palabras. Esta imposibilidad de relación complica diversos aspectos de la escritura y lectura de un individuo; por ejemplo, produce inconvenientes a la hora de estructurar de forma correcta las frases o construir de forma correcta las palabras.

A pesar de estas dificultades los pacientes disléxicos, como explica la Asociación Australiana de Dislexia (ASA), consiguen ocultar su problema de comprensión mediante un nivel alto del lenguaje, que les permite comprender las palabras por medio del contexto en el que son utilizadas y también por el registro mental que realizan sobre su composición. El verdadero obstáculo aparece cuando se le presentan palabras sueltas, sin un contexto, y desconocidas para el individuo, ya que no tiene ninguna herramienta para ayudarse. La asociación también explica que, al ser un trastorno neurológico, no hay cura existente, pero que con las técnicas de aprendizaje adecuadas la mayoría de los pacientes puede llevar una vida normal.

Una de estas técnicas es la musicoterapia, que es una disciplina terapéutica que utiliza la música, así como también el ritmo y la armonía. Se trabajan diversos aspectos de un individuo y lo ayudan a mejorar su calidad de vida.

La música estimula el desarrollo creativo, cognitivo, e intelectual de los humanos (especialmente en los niños) y es una de las pocas actividades que influyen en ambos hemisferios del cerebro a la vez. Esto produce que, por ejemplo, los individuos que estudian música de forma continua desde edades muy tempranas desarrollen un cociente intelectual mayor al de las personas que no estudiaron ningún instrumento.

Con el tipo de música y ejercicios correctos, se pueden mejorar y estimular diversas áreas específicas del cerebro, dependiendo de las dificultades que presente la persona. En el caso de pacientes con dislexia, uno de los ejes de trabajo es el ritmo, ya que este se presenta tanto en el habla como en la música. Cuando un individuo habla, alterna entre sílabas tónicas y átonas, que generan un patrón rítmico y una fluctuación de la energía utilizada en el habla. Debido al origen neurológico de este trastorno del aprendizaje, que afecta también la región fonológica, los individuos disléxicos encuentran dificultades al intentar detectar estas fluctuaciones y también al intentar seguir su ritmo. Esto se traduce luego en problemas que presentan al intentar formar la estructura sonora de las palabras y también durante la lectura de cualquier texto. El uso de ejercicios y músicas específicas no sólo ayudan a perfeccionar el ritmo y la mejora en la detección de estas variaciones tonales, sino que también benefician el aprendizaje de la lectura y su comprensión.

El Centro de Neurociencias en la Educación de la Universidad de Cambridge presentó una investigación en relación a actividades que podían ser utilizadas para progresar en varias áreas en las que los disléxicos presentan dificultades. Su objetivo fundamental es que el paciente genere una conciencia fonológica de las palabras por medio de repeticiones y ejercicios sencillos, pero efectivos. El perfeccionamiento de esta conciencia ayuda al paciente a encontrar y descifrar el significado de los sonidos del lenguaje oral en relación al lenguaje escrito. Por ejemplo, aprender canciones fáciles para introducir nuevo vocabulario o separar las palabras largas en sílabas y aplaudir en cada una de ellas. También presentan la posibilidad de utilizar elementos, como tambores o maracas, que acompañen el aprendizaje.

La mayoría de las investigaciones sobre la eficacia de la música en pacientes disléxicos se realizan con actividades similares a las anteriormente nombradas, con un número reducido de individuos. Este grupo recibe ciertos ejercicios musicales por una determinada cantidad de tiempo y al final se realiza un examen para ver los avances. El Laboratorio de Neurociencias Cognitivas del Centro Nacional de Investigación Francesa, realizó uno de estos estudios y se obtuvieron excelentes resultados. Se dividió en dos a un grupo de niños disléxicos se les presentaron los mismos ejercicios. Sin embargo, el primero recibió dieciocho horas de ejercitación durante tres días consecutivos y el segundo recibió la misma cantidad de horas, pero divididas en el transcurso de seis semanas. A pesar de que ambos grupos disléxicos de estudio mejoraron su percepción fonológica en relación a componentes del habla y lecto-comprensión, el segundo mejoró además la atención auditiva y la diferenciación y repetición de palabras similares. Además, estos avances se mantuvieron en el tiempo luego de seis semanas sin ejercitaciones. Estos resultados no solo refuerzan la función positiva que tiene la música en los pacientes disléxicos, sino que también demuestran que la ejercitación constante en un período extenso otorga mejores resultados que un período corto pero intenso.

Otra investigación fue realizada en conjunto por un grupo de investigadores italianos, buscando demostrar que la mejora del individuo en sus habilidades rítmicas y temporales, se reflejaba en el desarrollo de la conciencia fonológica y la comprensión lectora. Para llevarlo a cabo eligieron un grupo reducido de niños disléxicos y, a diferencia del anterior, todos realizaron los mismos ejercicios en un mismo período de tiempo. El estudio consistió en una prueba inicial, luego un entrenamiento con ejercicios musicales y por último un re-testeo de los conocimientos. Al comparar ambas pruebas, se demostró que todos los individuos habían mejorado en varias áreas. El mayor desarrollo fue en la lectura, comprensión y análisis textual de palabras en su contexto y también sueltas. Por otro lado, también se demostró un avance en la atención fonológica y en la repetición de ritmos. Al igual que en el anterior estudio, se demostró la influencia positiva de la música en pacientes con dislexia.